Quizá una de las cosas que más sorprende al extranjero que viaja por primera vez a Polonia es la aventura que a menudo supone desplazarse en automóvil. A las malas condiciones atmosféricas, propias del clima, y a las propias carreteras, muchas de las cuales tienen un significativo potencial de mejora, se añade el “estilo de conducción dinámica” que caracteriza a no pocos de nuestros anfitriones. Adelantamientos de infarto en carreteras de doble sentido –invadiendo el carril contrario hasta segundos antes de que se produzca la colisión con el vehículo que viene de frente–, violaciones de los límites de velocidad por un amplio margen, rebases por la derecha en autopista, o una interpretación sui generis del concepto de “distancia de seguridad” son temeridades corrientes que demuestran la acendrada fe de los polacos en la Providencia y en la vida ultraterrena.